¿Cuál fue el papel de la Iglesia Católica en la carrera presidencial mexicana de 1994?

¿Cuál fue el papel de la Iglesia Católica en la carrera presidencial mexicana de 1994?

Respuesta

Ninguna institución ha sido tan ignorada por los analistas por su papel en la transformación del proceso electoral mexicano específicamente y de la transición democrática en general como la Iglesia Católica. A pesar de las importantes incursiones de los protestantes evangélicos en los años ochenta y noventa, el 85% de la población sigue identificándose como católica. La mayoría de los católicos asisten a misa. Y lo que es más importante, el público mexicano, en encuesta tras encuesta, otorga sistemáticamente a la Iglesia como institución, junto con las instituciones educativas y los maestros de escuela, su mayor nivel de confianza. Algunos mexicanos incluso esperan que el clero católico adopte posturas en asuntos no espirituales, incluyendo cuestiones sociales, económicas y políticas seculares. Así, el clero, a través de sus declaraciones públicas y de su participación en organizaciones de carácter religioso que cuentan con el mayor número de miembros de cualquier tipo de organización en México, incluidos los sindicatos, tiene un amplio impacto en los valores y preferencias políticas mexicanas.

En México, la Constitución de 1917 prohíbe estrictamente a los ministros que representan a cualquier religión utilizar el púlpito para promover preferencias políticas partidistas. Esta prohibición rara vez se viola en la práctica; en cambio, la jerarquía católica ha emitido desde la década de 1980 importantes declaraciones públicas a través de las diócesis individuales, abogando por la responsabilidad cívica en el ejercicio del derecho al voto y reforzando el apoyo de la Iglesia a las instituciones democráticas y a las elecciones libres. A medida que crecía el interés público por las elecciones de 1994, la Iglesia Católica adoptó una postura proactiva al defender que cada mexicano tenía la responsabilidad personal de votar. De hecho, llegó a decir que los votantes registrados que no ejercían su derecho al voto estaban cometiendo un pecado. Nunca sabremos con certeza hasta qué punto los obispos y sacerdotes católicos influyeron en la participación en las elecciones de 1994, pero no cabe duda de que marcaron la diferencia. También desempeñaron un papel importante al educar a los votantes para que juzgaran a los candidatos por sus creencias y credenciales declaradas, y no por su afiliación a un partido. Seis años más tarde, en las elecciones presidenciales de 2000, reiteraron su posición sobre la importancia del voto, al tiempo que condenaban como antidemocráticas y pecaminosas las tácticas de los candidatos que utilizaban el miedo al cambio como razón para mantener el statu quo.


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