¿Cuáles fueron las causas de la Revolución Mexicana de 1910?

¿Cuáles fueron las causas de la Revolución Mexicana de 1910?

Respuesta

Los historiadores han discutido durante un siglo sobre cuáles fueron las causas más importantes de la Revolución Mexicana. Aunque no se ponen de acuerdo en su importancia relativa, sí lo hacen en cuáles fueron las causas fundamentales de la revolución. El peso dado a cada factor causal varía según la región geográfica y la clase social de un determinado grupo de revolucionarios. No obstante, las causas fundamentales de la revolución se reflejan en los artículos de la Constitución de 1917.

Muchos de los mexicanos que vivían en el norte de México y participaron en la revolución lo hicieron debido a sus experiencias con los extranjeros que poseían minas, grandes propiedades y ferrocarriles. Los mexicanos de clase trabajadora empleados por empresas de propiedad extranjera se consideraban normalmente ciudadanos de segunda clase. Por ejemplo, a los que trabajaban para los ferrocarriles no se les daban puestos de ingenieros cualificados, sino que se les asignaban puestos no cualificados. Uno de los objetivos de los ingenieros de minas que se graduaban en la Escuela Nacional de Ingeniería, ya en la década de 1940, era ocupar todos los puestos de ingeniería profesional en todas las minas de propiedad extranjera en México. Este sentimiento antiextranjero se refleja en el hecho de que la Constitución asignó los derechos del subsuelo a la nación, en lugar de considerarlos como propiedad privada.

Una segunda causa de la revolución, desde el punto de vista de los mexicanos trabajadores, fue la falta de derechos laborales. Durante el Porfiriato, de 1884 a 1911, aunque Díaz ocasionalmente permitió e incluso medió en huelgas pacíficas, negociando con líderes obreros moderados, su administración fue famosa por reprimir las huelgas laborales, particularmente durante la última década de su gobierno. Dos de estos sucesos fueron la manifestación minera de Cananea, en Sonora, en 1906, cuando los Rangers de Arizona cruzaron la frontera como rompehuelgas, y la tristemente célebre huelga del Molino de Río Blanco, en Puebla, en 1909, durante la cual decenas de trabajadores perdieron la vida. Estas y otras actividades laborales y huelgas condujeron a numerosas demandas para mejorar las condiciones de trabajo de todos los mexicanos; estas demandas incluían un límite en el número de horas que se podía exigir a los trabajadores cada día, un porcentaje mínimo de trabajadores mexicanos en las plantas de propiedad extranjera y salarios mínimos. La demanda revolucionaria más importante, que se convirtió en el artículo 123 de la Constitución, fue que se concediera a los trabajadores el derecho legal a la huelga. Para los trabajadores rurales, tanto mestizos como indígenas, que solían ser explotados en mayor medida que sus homólogos urbanos, la revolución significó la redistribución de la tierra a los campesinos que querían tener sus propias explotaciones. La tierra era un tema central para los hombres y mujeres que apoyaban a Emiliano Zapata, un líder surgido de Morelos. Abusos como la servidumbre por deudas y las tiendas de las compañías (propiedad del terrateniente), que monopolizaban el acceso de los trabajadores a los bienes necesarios, también fueron prohibidos en los artículos revolucionarios incorporados a la Constitución.

Además, los mexicanos de clase media, los profesionales y los intelectuales estaban fuertemente interesados en el cambio político, ya sea porque estaban a favor de un sistema de gobierno democrático o porque ellos mismos albergaban ambiciones políticas y esperaban una mayor movilidad política ascendente como consecuencia de la violencia civil. Los principios políticos más importantes, defendidos con firmeza por Francisco I. Madero, que se había opuesto a Díaz en las elecciones presidenciales de 1910, eran el sufragio efectivo y la prohibición de la continuidad de los dirigentes, denominada “no reelección”. La frase “Sufragio efectivo, no reelección” apareció al pie de cada pieza de correspondencia oficial del gobierno federal hasta bien entrada la década de 1970, lo que indica su importancia simbólica para los líderes posrevolucionarios. Muchos mexicanos politizados también querían la autonomía municipal, tras haber experimentado la intervención de entidades estatales o federales autoritarias.


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