Por que puede funcionar la economía?

Por que puede funcionar la economía?

La economía se basa en el supuesto de que las personas tienen objetivos razonablemente sencillos y eligen los medios correctos para alcanzarlos. Ambas mitades de la suposición son falsas; la gente a veces tiene objetivos muy complicados y a veces comete errores. Entonces, ¿por qué es útil esta suposición?

Supongamos que conocemos el objetivo de alguien y que sabemos también que la mitad de las veces esa persona averigua correctamente cómo conseguirlo y la otra mitad actúa al azar. Dado que, por lo general, sólo hay una forma correcta de hacer las cosas (o quizá unas pocas) pero muchas formas incorrectas, el comportamiento “racional” puede predecirse, pero el comportamiento “irracional” no. Si predecimos el comportamiento de esta persona suponiendo que es racional, acertaremos la mitad de las veces. Si suponemos que es irracional, casi nunca acertaremos, ya que todavía tenemos que adivinar qué cosa irracional hará. Es mejor suponer que es racional y reconocer que a veces nos equivocaremos. Para decirlo de forma más general, la tendencia a ser racional es el elemento consistente (y por tanto predecible) del comportamiento humano. La única alternativa a la asunción de la racionalidad (aparte de rendirse y concluir que el comportamiento humano no puede entenderse ni predecirse) sería una teoría del comportamiento irracional: una teoría que nos dijera no sólo que alguien no haría siempre lo racional, sino también qué cosa irracional concreta haría. Hasta donde yo sé, no existe ninguna teoría satisfactoria de ese tipo.

Hay una serie de razones por las que la suposición de racionalidad puede funcionar mejor de lo que uno piensa a primera vista. Una de ellas es que a menudo no nos preocupa el comportamiento de un solo individuo, sino el efecto agregado del comportamiento de muchas personas. En la medida en que la parte irracional de su comportamiento es aleatoria, es probable que sus efectos se promedien en el conjunto.

Supongamos, por ejemplo, que lo racional es comprar más hamburguesas cuanto más bajo sea su precio. En realidad, la gente decide cuánto comprar tomando primero la decisión racional y luego lanzando una moneda. Si la moneda sale cara, compran una libra más de lo que tenían previsto; si sale cruz, compran una libra menos. El comportamiento de cada individuo será bastante imprevisible, pero la demanda total de hamburguesas será casi exactamente la misma que sin el lanzamiento de la moneda, ya que, por término medio, la mitad de las monedas saldrán cara y la otra mitad cruz.

Una segunda razón por la que la hipótesis funciona mejor de lo que cabría esperar es que a menudo no se trata de un conjunto de personas al azar, sino de personas que han sido seleccionadas para el papel concreto que desempeñan. Pensemos en los directivos de las empresas. Si se selecciona a personas al azar para el puesto, la suposición de que quieren maximizar los beneficios de la empresa y saben cómo hacerlo no sería muy plausible. Pero las personas que no quieren maximizar los beneficios, o que no saben cómo hacerlo, es poco probable que sean elegidas para el puesto; si lo son, es poco probable que lo conserven; si lo hacen, es probable que sus empresas pierdan cada vez más importancia en la economía, hasta que finalmente las empresas desaparezcan. Así que la simple suposición de maximización de beneficios más racionalidad resulta ser una buena forma de predecir cómo se comportarán las empresas.

Un argumento similar se aplica al mercado de valores. Podemos esperar razonablemente que la inversión media sea realizada por alguien con una idea precisa de lo que valen las empresas, aunque el estadounidense medio, e incluso el inversor medio, estén poco informados sobre estas cosas. Los inversores que se equivocan sistemáticamente en el mercado de valores pronto tienen muy poco con lo que apostar. Los inversores que apuestan sistemáticamente a lo correcto tienen una cantidad cada vez mayor de su propio dinero para arriesgar, y a menudo también el dinero de otras personas. De ahí que los inversores bien informados tengan una influencia en el mercado desproporcionada con respecto a su número como fracción de la población. Si analizamos el funcionamiento del mercado suponiendo que todos los inversores están bien informados, podemos llegar a predicciones bastante precisas a pesar de la inexactitud del supuesto. En este caso, como en todos los demás, la prueba definitiva del método es si sus predicciones resultan describir correctamente la realidad. Que algo sea una cuestión económica no es algo que sepamos de antemano. Es algo que descubrimos al intentar utilizar la economía para responderla.


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